Amanecía, el trinar de los pájaros en mi ventana, era una serenata
piadosa para mis oídos. Aún está oscura la calle, vacía de voces, sólo los
pájaros llenan el vacío.
Mi cama apenas desarmada en una orilla, casi no he dormido,
mi mente en fuga recorrió distintos recuerdos, que adueñados del alma, se la
llevaron dejando tantos lugares vacíos, laberintos que nadie habita desde
siempre. La soledad silenció las voces y no queda ni siquiera el eco del amor.
Las paredes de mi habitación, me robaron los sueños, esos que llenaban la
esperanza, esa ilusión de tenerte cada día, ya no queda nada, sólo el laberinto
de sensaciones hiriendo el alma. Estoy perdida en la búsqueda de algo y no sé
qué es, si al menos tu risa, tu mirada, hubiese quedado grabada en mis ojos,
pero no, no hay nada, se fueron las risas de mi niñez ¿Será que fueron tan
pocas que se borran?, ni los ojos de mis padres, ni los de mi hermano.
Por la ventana comenzó a entrar la luz del día, ya volaron
los pájaros, no hay trinos, el silencio otra vez, la cama vacía, una casa sin
ecos de tu voz diciendo mi nombre.
Me siento frente a la computadora ¡escribo tanto!, tanto al
amor y lo que me rodea es un laberinto vacío, que me muerde el alma y
destroza mi corazón haciendo que muera lentamente.