Muriendo
El sol abraza la siesta
un verano que arde,
la tierra se agrieta,
con la sed de la tarde.
Para calmar mí enojo,
la glicina me da un manojo,
de flores celestes como el cielo,
donde viene a libar, el colibrí y su polluelo.
Viven junto al bebedero,
son parte de mi jardín,
junto al sapo saltarín,
que cuido con esmero.
Y se mueren los recuerdos
o se esfuman en el aire,
se agigantan los silencios mudos,
y sé que no sobreviviré.
Tanta vida ante mis ojos
y tanta locura añeja,
muriendo en los adentros,
agoniza ya sin queja,
sólo deja una lágrima y un verso.
Muriendo va la tarde,
Y yo, sin alcanzar el sol…
Alicia M. Moreno
Derechos Reservados
25/11/2013
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