Un café y un cigarrillo
Los aromas quedan en el
aire y en la piel
cada vez que estoy
frente a un café,
lo endulzo muy
lentamente, como el día aquel,
que mirándonos a los
ojos perdimos la fe.
Esa tarde aún era
dulce, el café compartido
mirándonos a través del
humo del cigarrillo,
tanto nos dolía el
alma, juramos no dar por vencido
tantos años de amor, tus
ojos con un raro brillo
y yo, que presentí esa
despedida, sin adiós.
Tomé el café en
silencio, mirando tu mano
con un cigarrillo
encendido,
costumbres arraigadas
de un tiempo lejano,
miles de tardes y
mañanas a tu lado,
recuerdos tuyos, en mi
alma guardo.
Como guardo el sabor de
los besos
y el calor tuyo en mis
entrañas,
ya no tengo los mismos
deseos,
de nuestras ardientes
mañanas
donde tú y yo éramos
fuegos.
Al final voy al mismo café
la misma mesa junto a
la ventana,
dejo pasar las horas de
la mañana
viene el mesero, como
siempre.
Cada vez que pido un
café, cortado por favor,
todo está igual, bueno
ahora no se fuma
alguna que otra cosa
cambió, las calles sí,
y la silla frente a mí,
está vacía
pero yo, entre la
lluvia de mis ojos,
te veo aquí y te sonrío.
Alicia M. Moreno
Derechos Reservados
20/09/2012
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